Lucas Cranach el Viejo,1512 |
"Dio la casualidad de que mi amo había marchado a Capua para colocar unos restos de serie. Yo, aprovechando la ocasión, convenzo a un invitado nuestro para que venga conmigo hasta el quinto mojón. Era un soldado valiente como el demonio. Nos largamos sobre el canto del gallo; la luna daba una luz como de mediodía. Llegamos a la altura de las tumbas; nuestro hombre empezó a hacer sus necesidades junto a las lápidas. Yo me siento canturreando y me dedico a contar las lápidas. Después, cuando me fijo en mi compañero, está desnudo y ha colocado toda su ropa junto al camino. Me quedé sin resuello: estaba como muerto. En tanto, él meó alrededor de su ropa y, de repente, se convirtió en lobo. No creáis que bromeo: ni por todo el oro del mundo mentiría. Pero, volviendo al tema, cuando se convirtió en lobo empezó a aullar y se escapó al bosque. Yo, en un principio, no sabía ni dónde estaba; después me acerqué a recoger su ropa y... se había convertido en piedra. Si alguien puede morir de miedo, ese fui yo. A pesar de todo, desenvainé la espada y... zis, zas, zis, zas, corté las sombras hasta llegar a la finca de mi amiga. Estaba hecho un cadáver, a punto de perder la respiración, el sudor me corría por la canal maestra, los ojos sin vida. A duras penas conseguí recuperarme. Mi Melisa primeramente se extrañó de que anduviera por ahí tan tarde y me dijo: "Si hubieses venido antes, al menos nos hubieras echado una mano: un lobo entró en la finca y ha destrozado todas las reses, como un carnicero. Pero, aunque se ha escapado, no se ha ido de vacío: un esclavo nuestro le ha atravesado el cuello con una lanza". Cuando escuché esto no pude ya pegar ojo y, con las primeras luces, me escapé a casa de mi amo Gayo con el rabo entre piernas. Y cuando llegué al lugar en donde la ropa se había convertido en piedra no encontré más que sangre. Al entrar a casa mi soldado estaba tendido en la cama como un buey y el médico le estaba curando el cuello. Me di cuenta de que era un hombre-lobo y después ya no pude compartir el pan con él, aunque me hubiera matado. Allá lo que opinen los demás: si miento que vuestros dioses protectores lancen sus iras sobre mí."
Petroni, Satíricon LXII (Ed. Akal Trad. Carmen Codoñer)
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