Imatge de Manuel M. Vicente (Martius) |
Mal envueltos en los jirones de sus hábitos, caladas la capuchas, bajo los pliegues de las cuales contrastaban con sus descarnadas mandíbulas y los blancos dientes las oscuras cavidades de los ojos de sus calaveras, vio los esqueletos de los monjes, que fueron arrojados desde el pretil de la iglesia a aquel precipicio, salir del fondo de las aguas y, agarrándose con los largos dedos de sus manos de hueso a las grietas de las peñas trepar por ellas hasta tocar el borde, diciendo con voz baja y sepulcral, pero con una desgarradora expresión de dolor, el primer versículo del salmo de David:
−Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam!
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
El miserere
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