dimecres, 29 de novembre del 2017

EL PRIMER VOL

EL PRIMER VOL (Un microrelat de Maribel Gutiérrez)

El van deixar seure al costat de la finestra. Estava exultant. Era la primera vegada que pujava a un avió.  Només en sabia que s’enlairaven amunt, molt amunt, i volaven per sobre els núvols, on sempre hi feia sol i hi regnava una calma absoluta. Un cop l’aparell va encalçar la pacífica mar de cotó fluix per acomodar-s’hi, la seva mirada, inquisitiva, es va desprendre d’aquell escenari per uns segons. Aleshores, es girà i va reclamar tot fent gala de la seva bona memòria:

—On són els avis, mare?


divendres, 24 de novembre del 2017

Movimiento en paralelo


El niño prefería no mirar cuando el columpio del patio de casa comenzaba a balancearse solo. Por eso se escondía detrás de la tomatera y esperaba, como cada tarde, que dejara de moverse.
El otro niño también se tapaba los ojos cuando las ramas de aquella planta comenzaban a agitarse sin motivo aparente. Luego dejaba el columpio, salía corriendo hacia el interior de la casa y esperaba, como cada tarde, a que dejara de moverse esa maldita tomatera.

dimecres, 22 de novembre del 2017

El sexo de los ángeles

El sexo de los ángeles

Autor: Mario Benedetti

Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas, se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato, nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor, quizá signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales.
Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos (por la mera razón de que carecen de los mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir con las adecuadas.
Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.
Y si Ángel, para abrir el fuego, dice: “Semilla”, Ángela, para atizarlo, responde: “Surco”. El dice: “Alud” y ella, tiernamente: “Abismo”.
Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos.
Ángel dice: “Madero”. Y Ángela: “Caverna”.
Aletean por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un Ángel de la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue silabeando su amor.
Él dice: “Manantial”. Y ella: “Cuenca”.
Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nieve, circulan el aire y su expectativa.
Ángel dice: “Estoque”, y Ángela, radiante: “Herida”. El dice: “Tañido”, y ella: “Rebato”.
Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.